sábado, 20 de febrero de 2016

Spotlight (McCarthy, 2016)


Una oda al periodismo de investigación. El sueño de una redacción que subyace en los subsótanos del The Boston Globe tratando de hacer periodismo del bueno, periodismo de las grandes historias, de las que mueven y conmueven, de las que enganchan al espectador por su medido análisis de los hechos y puntos de vista. Así nace 'Spotlight', para con un horripilante tema: las violaciones de niños por parte de miembros de la Iglesia y cómo esta institución lo ha encubierto y ocultado con la complicidad de toda una sociedad. 
Si bien el tema en el que se centra no es en las violaciones (Pablo Larraín trata este mismo tema con dolor, sutileza y grandilocuencia en 'El club'), sino en la idealización del periodismo, lleva a la gran pantalla lo que ya llevaron a la pequeña Aaron Sorkin ('The Newsroom'), con una lección sobre la excelencia periodística pese a todo, ante todo y contra todos, o la temporada final de 'The Wire' de David Simmon, aunque en ese film sin llegar al orgasmo periodístico

En busca de la verdad

Quizá uno de los principales puntos fuertes es su manera de tratar la búsqueda de la verdad. Los lobbys, el mayor de ellos la Iglesia católica y sus inconfesables secretos. Los silencios. Las personas que han vivido en silencio violaciones. Las noches en vela. Las "ratas" de redacción. Las trabas. Las puertas cerradas. La escritura a todo correr. Y una era pre-digital (2002) en la que se atisba la llegada de los medios que agudizarán la crisis de la prensa
El tempo, lento al principio, cobra vitalidad según se van desentrañando los hechos. Las verdades. Las personas. Las mentiras. La moral. Indiscutible el rol que juega Mark Ruffalo en aras de reportero incansable, Michael Keaton (tras el papel deslumbrante en Birdman) como redactor jefe del equipo de investigación, y John Slattery (te echamos de menos, 'Mad Men') como ejecutivo en un medio que se debate entre su labor como función pública a la comunidad y ser una industria sostenible. 

Gracias Spotlight por devolvernos el sueño. El sueño de que se puede hacer periodismo de verdad. 



La juventud (Sorrentino, 2016)


Después de llevarse el Oscar a Mejor Película de Habla No Inglesa en 2014 por 'La gran belleza', el director napolitano regresa a la gran pantalla con una obra que sorprenderá por su extraordinaria conjugación de contenido y forma. 
Dos artistas en un retiro emocional Michael Caine, que interpreta a un director de orquesta jubilado, y Harvey Kittel, director octogenario aún en activo, harán una reflexión sobre el proceso de envejecer en una idílica residencia en los Alpes. 

La introspección en los personajes es uno de los principales puntos clave de este film, por un lado, su manera de narrar el final de sus vidas, esa dolorosa reflexión hacia el pasado, hacia todo lo que quedó por hacer, esa nostalgia por los tiempos pasados que comparten dos amigos de la infancia, el anhelo por la juventud. Y por otro, la sutil posición en la que pone al espectador, a la vez cómplice de la relación entre los ancianos, a la vez observador, con una fuerte identificación con el punto de vista de los personajes, la mirada que se posa sobre el resto impregnada de ese humor amargo, lento, como el transcurrir del día a día en el lujoso resort.  Y es que el cast no se queda corto de celebridades, entre las que hacen aparición estelar Jane Fonda, Rachel Weisz, la cantante Paloma Faith. Maradona o la top Madalina Ghenea en un cameo. 

Retomando los excesos y excentricidades propios del esperpento, la narración fílmica es una delicia. Desde los planos en los que la naturaleza cobra fuerza como elemento fundamental en la narración, esa forma de cine como arte contemplativo, hasta la pesadilla de Rachel Weisz que es un videoclip postmoderno, una genialidad en sí misma. Muy medido está también el tempo, el lento transcurrir de los minutos en el circo que se ha convertido la residencia de lujo. 
¿Y cómo iba a faltar la música en un film de Sorrentino? Sensorial y constructora de la atmósfera. 

viernes, 12 de febrero de 2016

El renacido (González Iñárritu, 2016)




Tras el aclamado éxito de 'Birdman', capaz de plasmar la excelencia en lo narrativo conjugándolo con la originalidad de lo visual, generando así toda una (inigualable) atmósfera sensorial, un genial acierto, González Iñárritu regresa a la gran pantalla ejecutando un pretencioso ejercicio técnico cinematográfico a la perfección, un film que llevará al espectador a 157 minutos de ejercicio contemplativo y en el que la experiencia sensorial, la observación inquietante, primará sobre una línea narrativa aburrida y muy carente de contenido. 

'El renacido' es el puro arte de la belleza fílmica. Es una fotografía (Emmanuel Lubezki, Oscar por Gravity y Birdman) que narra poesía visual en haces de luz. Es paisajes y el tiempo detenido en un instante, que transcurre inevitablemente ante la retina del espectador. Es el despertar de los sentimientos, de las experiencias sensoriales como el fluir de un riachuelo, sin más propósito que disfrutar de su existencia. Y sin embargo, el ejercicio queda corto y arrogante ante lo que ya hizo años atrás Terrence Malick. 'El Nuevo Mundo' (2005) narra ese mismo descubrimiento de una tierra de lo desconocido, de lo indígena, con ese mismo y mejor énfasis en lo sensorial, en la imagen como vehículo de lo narrativo, en la belleza de la iluminación como portadora de momentos únicos. 


También lo haría con la controvertida 'El árbol de la vida' (2011), mucho más arriesgada e innovadora que lo que nos acerca González Iñárritu en este ejercicio provocador en el que sólo queda como heredero. 
La ausencia de progresión narrativa que ofrece el director mexicano llevará al espectador a cuestionarse realmente si sabiendo hacer cine de esa manera es necesario hacer "ese" cine, en el que la identificación del espectador con el protagonista no logra ni un ápice de su objetivo. 

Y la mayor lástima es que el merecidísimo Oscar para Leo di Caprio por 'El lobo de Wall Street' (Scorsese. 2013) se lo vaya a saldar con esta cinta. 

lunes, 1 de febrero de 2016

Los odiosos ocho (Tarantino, 2016)


'Los odiosos ocho' es, más que nunca, Tarantino en estado puro.

Volviendo a hacer una revisión del tema histórico, que ha marcado su filmografía más reciente (Django, Malditos Bastardos), en esta, su octava película, Tarantino lleva al espectador a un paseo, una encerrona en una diligencia tras la Guerra de Secesión. 

El film abre con una meticulosa puesta en escena, planos contemplativos de un paisaje nevado que se va descubriendo ante nuestros ojos. Un blanco gélido, que contrasta con la oscuridad que proyectan sus personajes, y que servirá de lienzo sobre el que (el espectador ya intuye) derramar tanta sangre.

A partir de ahí, la tensión se va creando in crescendo. Desde un lugar abierto y vulnerable a las tormentas de nieve, los personajes, seleccionados exquisitamente en un cast que incluye los 'habituales' de Tarantino, llegan a un refugio de montaña, donde verdaderamente el espectador descubrirá el concepto de claustrofóbico espacio de violencia. Y es que el espacio donde se desarrolla la mayor parte del film, está encerrado. Los personajes están encerrados. Encerrados en un refugio de montaña y con el acecho de un temporal de nieve que promete no cesar. Encerrados pero no a salvo. Encerrados sin escapatoria. 

Es entonces cuando Tarantino se dedica a desplegar las piezas de su laberíntica narración en la que nada es lo que parece. Empieza su juego de engaños, y mientras que ya nadie se sorprende de ver sangre en sus films, el espectador sí quedará eclipsado por el juego con el suspense, desconcertado por constantes giros de guión inesperados
Especial mención al estupendo flashback de la fugitiva, Daisy Domergue (Jennifer Jason Leigh), que nos advierte, por si no nos hemos dado cuenta ya (la narración por capítulos es una muy buena pista, espectador), de que estamos ante una narración manipulada. Pero el espectador acepta el juego, y llega al final del film vapuleado en el asiento. Y también especial mención a un Samuel L. Jackson que despliega la mejor versión de sí mismo, y a la envolvente e inquietante banda sonora compuesta por Ennio Morricone, capaz de generar esa atmósfera y contribuir al efecto de suspense del film.

Con esa creación de expectativas en las que nada es lo que parece, aderezando su única voz como la voz posible para abordar la Guerra de Secesión y el conflicto racial, y en un pastiche cinematográfico que aúna el western con el teatro de variedades, Tarantino nos trae el film que posiblemente, sea la obra maestra de su cinematografía

jueves, 28 de enero de 2016

Embarazados (Juana Macías, 2016)



La realidad de muchos españoles

 Coincide el preestreno de 'Embarazados', protagonizada por el dúo Alexandra Jiménez-Paco León, con la publicación hoy en el diario El País de un extenso reportaje sobre la fertilidad. Y es que mucha (y muy profunda) reflexión nos está trayendo el retraso del embarazo.

Juana Macías nos intenta acercar a la situación de una pareja normal: se quieren, llevan muchos años juntos,  y ha llega el momento de tomar la decisión (madura) de tener hijos, quizás demasiado tarde. Tarde biológicamente, pero no emocionalmente. Ese punto de inflexión, ante la imposibilidad de concebir de manera natural, es en el que el film da un giro espectacular y hace una introspección en cada uno de los personajes, extirpando de la comedia el drama más humano con una reflexión sobre la vida, la familia y los hijos en boca del personaje de Paco León.

Clásica "con un twist"

Valiendose de la estructura clásica de la tres actos, Juana Macías nos presenta una comedia romántica de enredos a la que se le añade un twist, el giro de que la pareja, idealizada, descubre que la pareja quizás no es la persona idónea para la experiencia de convertirse en padres. En ciertos momentos, la frescura y la jovialidad con la que interpretan el tema Paco León y Alexandra Jiménez, recuerda a la vitalísima 500 días juntos (Webb, 2009), mientras que la hipsterización de una pareja de mediana edad que aún no ha concebido y se plantea y replantea su vida laboral y personal se asemeja a la visión de Mientras seamos jóvenes (Noah Baumbach, 2015)

La puesta en escena también es clásica. Maravillosos planos que nos entornan un San Sebastián de fondo que se conjugan con momentos de reflexión personal profunda con el travelling 360 que gira en torno a Alina (Alexandra Jiménez) y que es la metáfora pura de cómo la cabeza "le da tantas vueltas".
Lo que sí es verdaderamente innovador es esa combinación de comedia y drama, quitándole hierro al asunto tan dramático (atención al Paco León que asiste a la terapia de embarazados por fecundación in vitro o que se plantea quedarse durmiendo la resaca mientras a su chica le hacen la fecundación).  Muy bien medida la dosis emocional, que lleva al espectador desde la risa incontenible a momentos de verdadera reflexión e introspección personal, una pequeña montaña rusa que bien evidencia la crisis de la mediana edad. 

Sublimes Alexandra Jiménez y Paco León

Sorprende que la pareja no haya trabajado junta antes, y sin embargo se compenetren tan bien. 
Paco León va a sorprender, sin duda, con un registro de comedia diferente. Su personaje, Fran, tiene intensidad y profundidad , y evoluciona personalmente cuando verdaderamente se tiene pone a prueba. Jamás pierde ese tono de humor que lo caracteriza, pero quizás en esta ocasión estamos ante el mejor Paco León que hemos visto en pantalla. 
Quizás el personaje de Alexandra Jiménez, Alina, tiene menores perspectivas de ampliación. Ella también sufre ese síndrome de Peter Pan, y encarna excelentísimamente esa duda vital en la que se convierte la maternidad. Evoluciona también, algo más linealmente, más lógica, más adulta frente a su pareja, Fran, que parece que tarda más en el proceso tardío de maduración. 
El cast sin desperdicio alguno, cuenta con unos brillantes momentos a cargo de Karra Elejalde, Ernesto Sevilla o Goizalde Nuñez.   

Qué difícil es hacer una película en España

Ayer. los que tuvimos el placer de asistir al preestreno (gracias Carlos Rodríguez por las entradas de los patrocinadores de la película), nos dimos cuenta de nuevo de lo díficil que es ajustar una película con un presupuesto menor, y cómo hace que sea el ingenio el que marque las líneas de la película. Desde una coproducción infinita hasta los mismísimos intrusos publicitarios que se insertan en el film, nos damos cuenta de que, pese a todo, aún tenemos ganas de hacer mucho cine en España.  

domingo, 24 de enero de 2016

La chica danesa (Hooper, 2016)

 

'La chica danesa' de Hooper, encadena una serie es una serie de aciertos y fallos que finalmente concluyen en un film que queda corto para las expectativas de un 2016 mucho más transgresor que la mirada conservadora del mismo. Si bien el tema que trata es un apasionante 'biopic', la decepción del espectador durante las dos horas de duración es, casi inevitable ante lo que es más bien un "producto" de melodrama que no llega a convencer al espectador.

La mirada nos que clasifica


El film, como anuncia la mujer del pintor, Gerda (Alicia Vikander), pivota en la construcción de la mirada ajena, la mirada del otro sobre nosotros, y concretamente sobre lo femenino como objeto de la mirada masculina, en la búsqueda de quiénes somos: quienes somos frente la sociedad y quiénes somos en la intimidad.
Vemos cómo las miradas sobre el alma de Einar lo convierten en Lili frente al espejo. Vemos cómo se arriesga a mirar y reconocerse adoptando gestos de lo femenino en el peep-show en París a escondidas, vemos la mirada de la homofobia en los chicos que le propinan una paliza por ser diferente, vemos la mirada de distintos psiquiatras que lo tachan de loco… y finalmente vemos la mirada del amor, la de Gerda, que acepta y acompaña a su marido con resignación durante todo el proceso.
El espectador también participa del film con su mirada, pero quizás el error de Hooper es no dejarle construir su propia mirada, sino imponerle una, más conservadora y ajustada a los años 20, más dulcificada y romántica de lo que es la realidad. 

La belleza de la puesta en escena




Pese a su ritmo lento, la construcción del film tiene rasgos de delicadeza y buen hacer fílmico, en la que la composición de los planos es pictóricamente exquisita, aunque más orientada a la estética audiovisual que a la funcionalidad de un film que necesita más introspección.  
A cargo de Danny Cohen, encontramos secuencias que se ciñen a la composición clásica, pero se diluyen en una óleo contemplativo que le roba la fuerza a la narración. Sin embargo, ocurre en varias ocasiones que encontramos brillantez en la puesta en escena, como la primera vez que Einar siente sobre su cuerpo la ropa de mujer, minuciosamente cuidado y mimosamente medido, o cuando se presenta al baile y siente cómo todas las miradas se posan sobre su cuerpo, o en la propia secuencia del peep-show en París, quizás la más exquisita de todo el film.  


Un dúo de altura: Eddie Redmayne & Alicia Vikander


La elección de un versátil Eddie Redmayne, oscarizado por su 'Teoría del Todo' el año pasado, lo posiciona como una de las grandes apuestas en el cine contemporáneo. 
Creemos a ese Redmayne travestido y feminizado, si bien cuenta con esos atributos de un hombre que suscita la duda entre la androginia y la masculinidad. Nos lo creemos desde el momento que roza los pantys hasta que está hospitalizado, anémico, devastado. Y es que el actor británico ha sido posiblemente la mejor elección de cast que pudo hacer Hooper, junto con la de su compañera Gerda (Alicia Vikander).

El personaje que defiende magníficamente Vikander es el de una mujer atractiva, en la plenitud de su juventud, que busca frustrada la atracción con su marido, y sus cuerpos no se encuentran. En ese punto de partida, el espectador ya ha empatizado con el personaje de Gerda, ya se ha sentido atraído, movido por la mujer luchadora que acompañará a su marido, devota, incondicionalmente, por el calvario de encontrarse a sí mismo/a. Vikander aporta esa frescura y jovialidad a un personaje luchador e incansable, que será el alma máter del film y con el que el espectador sufrirá en silencio. 

jueves, 14 de enero de 2016

Joy (O'Russell,2016)


David O'Russell nos trae una historia sobre la superación personal, sobre la lucha por un sueño, el mismo propio sueño americano que puede convertirse en pesadilla. O'Russell nos trae una historia diferente, quizás de lo mejor que ha producido en los últimos años, una historia que trata lo duro que es seguir levantándose y cayéndose para lograr hacer dinero a partir una idea en Estados Unidos.
Y da el punto de vista de todas las verdades. De las hipotecas. De las noches sin dormir. De perder dinero. De la lucha con los proveedores. Del apoyo y no apoyo familiar. Basada en una historia real, la de Joy Mangano, el film nos lleva por una serie de desventuras que culminan, con el sueño cumplido.

Brillante Jennifer Lawrence

Una historia personal a la que pone cara una brillante Jennifer Lawrence que exhibe un registro de actuación que la consolida como una de las jóvenes promesas del cine americano. Ella es Joy, y ella es la persona con la que el film cobra sentido, en un ejercicio que muestra una evolución del personaje (Joy es luchadora, constante, pero también se derrumba, se colapsa por ser incapaz de conciliar su vida familiar) que le ha valido una nominación a los Oscar del próximo 28 de febrero.

 Momentos memorables

Si bien el film no destaca por su grandiosidad, quizás es el guión, quizás que la historia verdaderamente no da para más, sí hay algunos momentos de grandeza en el film del considerado "pseudointelectual" David O'Russell:
  • La atmósfera que enclaustra al personaje de Joy, colapsada por su vida familiar, está minuciosamente creada. El espectador verdaderamente siente cómo se siente Joy ante esa situación, llevada a la pantalla desde el tono de comedia, y sin embargo igualmente opresiva-
  •  La parodia de cómo se venden los productos en la teletienda. Creo que esas secuencias son excelentes.
Quizás es uno de los puntos más sobresalientes de O'Russell en este film: su parodia pseudodocumental, cuasi realista de cómo funciona la teletienda. La puesta en escena es una joya: cómo el asesor de marketing recorre los platós con Joy y le explica cómo funciona, el storytelling real que hace la propia Joy (¡bravo, Jennifer Lawrence!) que atraviesa la pantalla del televisor (la del espectador que la ve), y la del  espectador en el cine.