La adaptación que hace Paula Ortiz (De tu ventana a la mía) de la obra de Lorca es, sin duda, una de las revelaciones artísticas y cinematográficas de este año. La medidísima estética del film, la pasional reconstrucción del triángulo amoroso 'a la española', la fotografía y los colores que se plasman en las grandes pantallas, y una Inma Cuesta desgarradora en una interpretación dramática en, quizás, el mejor papel de su carrera, hacen que la película destaque como una espectacular muestra de lo que es capaz de hacer nuestro cine.
Convertir un film en un óleo en movimiento
La estética de la imagen es el elemento clave como generadora de emociones. Una extraordinaria dirección de arte sobre el fondo de los Monegros aragoneses y la Capadoccia turca, narra de esa forma tan personal, intimista y pasional la historia ya conocida del triángulo amoroso de Lorca. La imagen desborda al espectador, lo deslumbra. El ejercicio artístico que lidera Paula Ortiz es, sin duda, una maravillosa apuesta arriesgada, equiparable a la Blancanieves de Pablo Berger o a El árbol de la vida de Terrence Malick.
Porque el film es, ante todo y desde el plano de apertura, una experiencia sensorial. Las imágenes trasladan al espectador al plano de lo emocional, evocando y sumergiendo en la historia. Impresionantes las metáforas visuales que inundan la obra de Lorca (los cuchillos, la luna, el caballo, el vestido). Impresionante la secuencia del baile de la boda, con esos giros típicos de la danza que cada vez se mueven más deprisa, que se intercalan con imágenes, delirios, deseos, sueños, que giran al son de la lámpara de caballos.
La secuencia de los cristales rotos, quizás es la que más denota la excelencia de este film, su capacidad de reinventar y plastificar la obra clásica y convertirla en audiovisual postmoderno. Todo ello sin olvidar la música (Shigeru Umebayashi).
Deslumbrante Inma Cuesta
Si dirigir este teatro convertido en poesía y convertirlo en una obra maestra del audiovisual en nuestro país es mérito de un extraordinario equipo de cineastas y artistas, interpretar el complejo personaje de la novia como lo hace Inma Cuesta sólo es ambición de los más grandes actores. Capaz de trasladar con su mirada penetrante la pasión, las dudas, el miedo, la congoja, la actriz realiza un ejercicio sobresaliente que lleva al espectador a reimaginar la obra de Lorca a través de sus ojos. La interpretación de Inma Cuesta destaca y eclipsa al cast (un poco adecuado Asier Etxeandia para el papel de novio formal), con momentos tan brillantes como la interpretación del clásico popular 'la Tarara'. Con ella se redondea la que promete ser la película de los premios Goya del próximo año.
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